Domingo Alberto Rangel
Militante de Insurgencia Comunista

El culto a Bolívar tuvo unos orígenes reaccionarios. En 1830, al disolverse la Colombia de Bolívar, Venezuela vivía una agitación de masas, como ahora decimos, que amenazaba descargarse o traducirse en una rebelión social de imponentes dimensiones. Los soldados del ejército libertador ya no eran necesarios para el manejo de la lanza procera, pero tampoco querían volver al yugo fastidioso de la chícura sobre el arenoso suelo de las llanuras. Partidas de antiguos soldados recorrían los campos, tomando con sus lanzas lo que necesitaren, desde un trozo de yuca hasta unas varas de liencillo.

Otros, más audaces o mejor dotados en cuanto a armas, se situaban en los largos caminos que comunicaban a Puerto Cabello con Valencia y a está con los llanos centrales. Allí el botín era más sustancioso y era posible hacerse, manejando la lanza, de telas más o menos finas, de muebles y hasta de instrumentos musicales.

Era necesario desarmar, dispersar y reincorporar al trabajo a aquella montonera alzada en lo virtual que atalayaba los caminos y vivaqueaba en las soledades. La tarea de Páez, constituido ya en caudillo y tan parecido a Hugo Chávez que hasta era llanero, que desde Carabobo venían confiándole los terratenientes, los comerciantes y los artesanos, todos los que tuvieran algo que perder, para decirlo con una expresión genérica, consistía en persuadir y de no conseguirlo, obligar a las masas de antiguos soldados que amenazaban el orden social, a volver a la disciplina del trabajo. No tenia sentido la presencia política de José Antonio Páez., como tampoco lo habría tenido la de Simon Bolívar, si hubiera tenido salud en 1830, si no lograba ese retorno a las tareas productivas de esos antiguos soldados de la independencia. Obligados a aceptar el trabajo en las haciendas en las mismas condiciones de la colonia, era el programa del as necesidades de la Republica tal como la interpretaban los próceres convertidos en latifundistas.

José Antonio Páez fue el primero de la sucesión de caudillos, medio rurales y medio urbanos, que vino a finalizar con Juan Vicente Gómez, cuya tarea consistió en persuadir o constreñir a la masa rural para la aceptación de las tareas productivas uncidos al yugo del latifundio. Entre Páez en 1830 y Gómez en 1930 media un siglo en el cual la figura del caudillo era tan necesaria como la del magistrado para convencer u obligar a los soldados quitar el dedo del gatillo de la escopeta y poner sus manos sobre el surco de las plantaciones. Los caudillos, entre 1930 y nuestros días, sufren una evolución notable tanto en su figura como en su destino social. La Venezuela de las cinco décadas que siguen a 1930 soporta la mas fuerte sacudida de su historia. De rural pasa a urbana, de campesina pasa a marginal, a las aldeas perdidas en el campo siguen los barrios apiñados en el costado urbano de las ciudades. El caudillo, lejos de desaparecer se metamorfosea, tan caudillo es Rómulo Betancourt como Marcos Pérez Jiménez. Es interesante detenerse en torno a estos dos hombres. Betancourt y Pérez Jiménez son dos caudillos, pero están subordinados a las organizaciones que los engendran Rómulo Betancourt es el presidente de Acción Democrática e invocara tal condición en cada una de las solemnidades en las que le toca oficiar como abate laico. Pérez Jiménez, aparte de no dejar el uniforme ni para dormir, sabe que como vocero de la Fuerza Armada tiene la posibilidad de flotar. En Cambio Hugo Chávez plantea algunos interrogantes. Primero es un caudillo, pero encarna en el poder a una “Banda”, “grupo” o “logia militar”. Con el aparecen el poder las “bandas” militares que vienen formándose desde 1928 y habían sido subordinadas, captadas o regidas por los partidos políticos. El caso de Chávez en el poder plantea una pregunta vital y trascendente. ¿No ha llegado con el a la Presidencia un magistrado que es al mismo tiempo fascista en ideología, autócrata de temperamento y mandón de estilo?

La Venezuela reaccionaria necesitaba ya un Presidente fascista. Hay una creciente rivalidad con Colombia, que esta ganaría de manera fácil pues tiene una economía diversificada y un aparato productivo mas volcado hacia la exportación de bienes manufacturados. Hugo Chávez es el personaje ideal para un experimento fascista que se proponga exportar bienes manufacturados en el futuro. Tiene un emplasto de grandeza nacional, indispensable para todo fascismo y es demagogo como eran los fundadores del fascismo europeo en los años treinta y cuarenta.

El problema es que Venezuela, reducida su economía a la producción de petróleo y gas, sin una industria y menos una agricultura pujantes, no tiene nada que exportar salvo sus productos tradicionales petróleo y gas. Una dictadura fascista necesita de la grandeza nacional tanto como de los bienes manufacturados. Venezuela, en el grado de monoproducción a que ha sido conducida en los últimos quince años, no necesita un ensayo fascista muy ortodoxo. Puede seguir siendo el emirato petrolero que viene siendo sin que ninguno de sus factores dominantes se sienta incomodo o mal interpretado. De allí que la burguesía nacional venezolana juegue varias cartas o pueda hacerlo con entera comodidad.

Pero el día en que alguien se proponga industrializar a fondo la economía nacional, así sea limitándose a hacerlo con petróleo y gas, necesitaran en la Fuerza Armada una oficialidad fascista. Entonces, si Hugo Chávez sigue en el poder será el gobernante providencial y si ya hubiera caído o salido de la Presidencia por otra vía, quienes entren a gobernar lo recordaran con reconocimiento. Aquí no hay gobierno posible de corte autocrático y militarista que no sea totalitario y tenga entre los militares sus arquetipos obligados.

Por Domingo Alberto Rangel, militante de Insurgencia Comunista.