Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

jueves, 19 de mayo de 2011

Estudio sobre Valencia y la raíz geomántica que marca la conducta de su población Parte II

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Desde que comencé el estudio sobre Valencia en 1974 me llamó la

atención la colocación de ese nombre "la traición de Judas" al Camino

Real español, que marcaba la energía que signaría energéticamente a

la ciudad fundada, por un hombre de la calidad instransigente y moralista

del Obispo Diez Madroñero.

Más sorpresa llevo cuando conozco los lugares que se encuentrn a lo largo

de su trayectoria, como la famosa Casa de la Estrella donde se firmó y selló

la separación de Venezuela de la Gran Colombia, paso si bien necesario

para hacer de Venezuela una nación independiente del yugo de la Gran

Colombia, también es cierto que fue otro paso dentro de lo que puede con-

siderarse una traición al Gran Sueño de Simón Bolívar. Lo que origina los dos

slogans que existen en el presente, el regional que considera a Valencia la

"ciudad donde nació Venezuela"

y el chavecista que considera a Valencia, al General José Antonio

Páez y Miguel Peña, los grandes traidores a Simón Bolívar,

todo eso sucedido en La Casa de la Estrella justamente ubicada

sobre la Calle Colombia, que es como se llama hoy el Camino Real

Para comprender ese dilema que se le presenta a Valencia a lo largo de la

historia de Venezuela, debemos primero leer qué es para la Iglesia Católica

el hecho de la entrega de Judas Iscariote de Jesús en el Monte de los

Olivos a quienes lo querían aprehender y matar, porque es un Obispo

quien califica con ese nombre a ese Camino Real energético de la naciente

BentoXVI-30-10052007.jpg


ciudad. Qué mejor que reproducir las palabras del actual Papa Benedicto XVI,

justamente encargado de la institución identificada con la antigua Inquisición:

Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe

El 25 de noviembre de 1981, Juan Pablo II nombró a Ratzinger prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Dimitió en la arquidiócesis de Múnich a principios de 1982. Fue nombrado cardenal obispo de Velletri-Segni en 1993, elegido vicedecano del Colegio Cardenalicio en 1998 y finalmente decano del mismo 2002, uniendo como es preceptivo su sede cardenalicia a la de Ostia. Ideológicamente, Ratzinger tiene ideas conservadoras en cuanto al control de la natalidad y el diálogo interreligioso. Fue el cardenal más próximo a Juan Pablo II; Ratzinger y Wojtyla fueron calificados intelectualmente como "almas gemelas"[cita requerida].

Bajo su prefectura se dictaron escritos acerca de la postura de la iglesia católica con respecto a las personas homosexuales (1986), y "Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral de las personas homosexuales" (1992), rechazando los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales (3 de junio de 2003).

Por razón de su cargo fue también el responsable de estudiar la compatibilidad de la teología de la liberación con la doctrina católica; le compitió prohibir el ejercicio de la enseñanza en nombre de la Iglesia a teólogos disidentes como Hans Küng, Leonardo Boff y otros, varios de ellos españoles. Con esto mostró su posición como filósofo y teólogo de raíces hegelianas, como su inspirador y maestro, el fallecido Joseph Frings, cardenal del título de S. Giovanni a Porta Latina y arzobispo de Colonia.[cita requerida]

Según el New York Times, el Vaticano reconoció en 2010 haber encubierto (durante el mandato del papa como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe) a un sacerdote estadounidense, Lawrence Murphy, sospechoso de haber abusado de unos 200 niños sordos.9 En realidad, a mediados de los años setenta, algunas víctimas del padre Murphy informaron sobre estos abusos a las autoridades, que emprendieron una investigación en ese momento; de todos modos, según algunos informes, fue abandonada. La Congregación para la Doctrina de la Fe fue informada sobre esta cuestión unos 20 años después. Dado que el padre Murphy era anciano, en un estado de salud muy deteriorado, en aislamiento, y que no se habían registrado denuncias de abusos desde hacía veinte años, la Congregación para la Doctrina de la Fe sugirió que el arzobispo de Milwaukee considerara afrontar la situación, por ejemplo, restringiendo el público ministerio del padre Murphy y exigiendo que el padre Murphy aceptara la plena responsabilidad de sus actos. El padre Murphy murió aproximadamente cuatro meses después, sin ulteriores incidentes.10

Durante su Servicio como Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Papa Juan Pablo II le encomendó en 1986 la redacción de un nuevo Catecismo de la Iglesia católica, el cual fue terminado y publicado luego de seis años de trabajo en 1992, con la Constitución Apostólica “Fidei Depositum” o deposito de la Fe, del sumo pontífice Juan Pablo II.

El año 1986 confié a una Comisión de doce cardenales y obispos, presidida por el cardenal Joseph Ratzinger, el encargo de preparar un proyecto del catecismo solicitado por los padres del Sínodo. Un Comité de siete obispos diocesanos, expertos en teología y catequesis, colaboró con la Comisión en ese trabajo.Juan Pablo II, Fidei Depositum

ZS06101804 - 18-10-2006
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BENEDICTO XVI PRESENTA A JUDAS ISCARIOTE

En la audiencia general de este miércoles

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 18 octubre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que pronunció Benedicto XVI en la audiencia general de este miércoles dedicada a presentar la figura de Judas Iscariote y Matías.



* * *



Queridos hermanos y hermanas:

Al terminar de recorrer hoy la lista de los doce apóstoles llamados directamente por Jesús durante su vida terrena, no podemos dejar de mencionar a quien siempre aparece en último lugar: Judas Iscariote. Queremos asociarle con la persona que después fue escogida en su sustitución, es decir, Matías.

Ya sólo el nombre de Judas suscita entre los cristianos una instintiva reacción de reprobación y de condena. El significado del apelativo «Iscariote» es controvertido: la explicación más utilizada dice que significa «hombre de Queriyyot», en referencia al pueblo de origen, situado en los alrededores de Hebrón, mencionado dos veces en la Sagrada Escritura (Cf. Josué 15, 25; Amós 2, 2). Otros lo interpretan como una variación del término «sicario», como si aludiera a un guerrillero armado de puñal, llamado en latín «sica». Por último, algunos ven en el apodo la simple trascripción de una raíz hebreo-aramea que significa: «aquel que iba a entregarle». Esta mención se encuentra dos veces en el cuarto Evangelio, es decir, después de una confesión de fe de Pedro (Cf. Juan 6, 71) y después durante la unción de Betania (Cf. Juan 12, 4).


Otros pasajes muestran que la traición estaba en curso, diciendo: «aquel que le traicionaba», como sucede durante la Última Cena, después del anuncio de la traición (Cf. Mateo 26, 25) y después en el momento en que Jesús fue arrestado (Cf. Mateo 26, 46.48; Juan 18,2.5). Sin embargo, las listas de los doce recuerdan la traición como algo ya acontecido: «Judas Iscariote, el mismo que le entregó», dice Marcos (3, 19); Mateo (10, 4) y Lucas (6, 16) utilizan fórmulas equivalentes. La traición, en cuanto tal, tuvo lugar en dos momentos: ante todo en su fase de proyecto, cuando Judas se pone de acuerdo con los enemigos de Jesús por treinta monedas de plata (Cf. Mateo 26,14-16), y después en su ejecución con el beso que le dio al Maestro en Getsemaní (Cf. Mateo 26, 46-50).


De todos modos, los evangelistas insisten en que le correspondía plenamente su condición de apóstol: es llamado repetidamente «uno de los doce» (Mateo 26,14.47; Marcos 14, 10.20; Juan 6, 71) o «del número de los doce» (Lucas 22, 3). Es más, en dos ocasiones, Jesús, dirigiéndose a los apóstoles y hablando precisamente de él, le indica como «uno de vosotros» (Mateo 26, 21; Marcos 14,18; Juan 6, 70; 13, 21). Y Pedro dirá que Judas «era uno de los nuestros y obtuvo un puesto en este ministerio» (Hechos 1, 17).

Se trata, por tanto, de una figura perteneciente al grupo de aquellos a los que Jesús había escogido como compañeros y colaboradores cercanos. Esto plantea dos preguntas a la hora de explicar lo acaecido. La primera consiste en preguntarnos cómo es posible que Jesús escogiera a este hombre y confiara en él. De hecho, si bien Judas es el ecónomo del grupo (Cf. Juan 12,6b; 13,29a), en realidad también se le llama «ladrón» (Juan 12,6a). El misterio de la elección es todavía más grande, pues Jesús pronuncia un juicio muy severo sobre él: «¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!» (Mateo 26, 24). Este misterio es todavía más profundo si se piensa en su suerte eterna, sabiendo que Judas «fue acosado por el remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: “Pequé entregando sangre inocente”» (Mateo 27, 3-4). Si bien él se alejó después para ahorcarse (Cf. Mateo 27, 5), a nosotros no nos corresponde juzgar su gesto, poniéndonos en lugar de Dios, quien es infinitamente misericordioso y justo.

Una segunda pregunta afecta al motivo del comportamiento de Judas: ¿por qué traicionó a Jesús? La cuestión suscita varias hipótesis. Algunos recurren a la avidez por el dinero; otros ofrecen una explicación de carácter mesiánico: Judas habría quedado decepcionado al ver que Jesús no entraba en el programa de liberación político-militar de su propio país. En realidad, los textos evangélicos insisten en otro aspecto: Juan dice expresamente que «el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle» (Juan 13,2); del mismo modo, Lucas escribe: «Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que era del número de los doce» (Lucas 22, 3). De este modo, se va más allá de las motivaciones históricas y se explica lo sucedido basándose en la responsabilidad personal de Judas, quien cedió miserablemente a una tentación del Maligno. En todo caso, la traición de Judas sigue siendo un misterio. Jesús le trató como a un amigo (Cf. Mateo 26, 50), pero en sus invitaciones a seguirle por el camino de las bienaventuranzas no forzaba su voluntad ni le impedía caer en las tentaciones de Satanás, respetando la libertad humana.

De hecho, las posibilidades de perversión del corazón humano son realmente muchas. El único modo de prevenirlas consiste en no cultivar una visión de la vida que sólo sea individualista, autónoma, sino en ponerse siempre de parte de Jesús, asumiendo su punto de vista. Tenemos que tratar, día tras día, de estar en plena comunión con Él. Recordemos que incluso Pedro quería oponerse a Él y a lo que le esperaba en Jerusalén, pero recibió una fortísima reprensión: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres» (Marcos 8,32-33) Tras su caída, Pedro se arrepintió y encontró perdón y gracia. También Judas se arrepintió, pero su arrepentimiento degeneró en desesperación y de este modo se convirtió en autodestrucción. Es para nosotros una invitación a recordar siempre lo que dice san Benito al final del capítulo V, fundamental, de su «Regla»: «no desesperar nunca de la misericordia de Dios». En realidad, «Dios es mayor que nuestra conciencia», como dice san Juan (1 Juan 3, 20).


Recordemos dos cosas. La primera: Jesús respeta nuestra libertad. La segunda: Jesús espera que tengamos la disponibilidad para arrepentirnos y para convertirnos; es rico en misericordia y perdón. De hecho, cuando pensamos en el papel negativo que desempeñó Judas, tenemos que enmarcarlo en la manera superior con que Dios dispuso de los acontecimientos. Su traición llevó a la muerte de Jesús, quien transformó este tremendo suplicio en un espacio de amor salvífíco y en la entrega de sí mismo al Padre (Cf. Gáltas 2, 20; Efesios 5,2.25). El verbo «traicionar» es la versión griega que significa «entregar». A veces su sujeto es incluso el mismo Dios en persona: él mismo por amor «entregó» a Jesús por todos nosotros (Cf. Romanos 8, 32). En su misterioso proyecto de salvación, Dios asume el gesto injustificable de Judas como motivo de entrega total del Hijo por la redención del mundo.

Al concluir, queremos recordar también a quien, después de Pascua, fue elegido en lugar del traidor. En la Iglesia de Jerusalén se presentaron dos a la comunidad, y después sus hombres fueron echados a suerte: « José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y Matías» (Hechos l, 23). Precisamente este último fue el escogido, y de este modo «fue agregado al número de los doce apóstoles» (Hechos 1, 26). No sabemos nada más de él, a excepción de que fue testigo de la vida pública de Jesús (Cf. Hechos 1, 21-22), siéndole fiel hasta el final. A la grandeza de su fidelidad se le añadió después la llamada divina a tomar el lugar de Judas, como compensando su traición.


Sacamos de aquí una última lección: si bien en la Iglesia no faltan cristianos indignos y traidores, a cada uno de nosotros nos corresponde contrabalancear el mal que ellos realizan con nuestro testimonio limpio de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.

[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]


Queridos hermanos y hermanas:
El nombre de Judas Iscariote aparece siempre el último en la lista de los Doce junto con el hecho de su traición a Jesús. En cambio, los evangelistas lo presentan como apóstol a todos los efectos. La elección de Judas por parte de Jesús, así como su suerte eterna, permanecen para nosotros como un misterio insondable. Con todo, no nos corresponde a nosotros el juicio poniéndonos en el lugar de Dios, infinitamente misericordioso y justo. En cuanto a su traición, los evangelistas la explican como una cesión a una tentación del Maligno. Merece la pena observar cómo Cristo respeta siempre la libertad humana, sin forzar nunca la voluntad, quedando por tanto intacta la posibilidad de perversión por parte del corazón humano. El único modo de evitarlo consiste en entrar en plena comunión con Jesús, asumiendo su punto de vista sobre las cosas, es decir, aceptar lo que él mismo ha encarnado en su vida y en su muerte. El papel perverso que Judas ha desempeñado en la historia del Salvador, se inserta también en el misterioso proyecto salvífico de Dios como ocasión de la entrega total del Hijo por la redención del mundo. Después de la Pascua, Matías fue elegido para ocupar el lugar de Judas. De él sólo sabemos que fue testigo de la historia terrena de Jesús permaneciendo fiel hasta el fin.

Saludo cordialmente a los visitantes de lengua española, en especial a los diversos grupos parroquiales de España, así como a los peregrinos de México y de otros Países Latinoamericanos. Os animo a que, siguiendo el ejemplo de los apóstoles, deis un testimonio de Cristo cada vez más fiel y coherente, transmitiendo a otros la alegría de la fe y el amor. ¡Que Dios os bendiga!

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BENEDICTO XVI: Y JUDAS ENTRÓ EN LA NOCHE

Pasaje del libro "Jesús de Nazaret"

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 16 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Presentamos un pasaje del libro del Papa "Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección", adelantado por la "Libreria Editrice Vaticana", de acuerdo con "Ediciones Encuentro", encargada de la edición de la obra en lengua española.

El texto está tomado del cuarto punto -"El misterio del traidor"- del tercer capítulo, titulado "El lavatorio de los pies".

* * *

La perícopa del lavatorio de los pies nos pone ante dos for­mas diferentes de reaccionar a este don por parte del hom­bre: Judas y Pedro. Inmediatamente después de haberse re­ferido al ejemplo que da a los suyos, Jesús comienza a ha­blar del caso de Judas. Juan nos dice a este respecto que Jesús, profundamente conmovido, declaró: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar» (13,21).

Son momentos en los que Jesús se encuentra con la ma­jestad de la muerte y es tocado por el poder de las tinie­blas, un poder que él tiene la misión de combatir y vencer. Volveremos sobre esta «conmoción» del alma de Jesús cuando reflexionemos sobre la noche en el Monte de los Olivos.

Inicialmente se alcanza a entender únicamente que quien traicionará a Jesús es uno de los comensales; pero poste­riormente se va clarificando que el Señor tiene que padecer hasta el final y seguir hasta en los más mínimos detalles el destino de sufrimiento del justo, un destino que aparece de muchas maneras sobre todo en los Salmos.

Así, la palabra del Salmo proyecta anticipadamente su sombra sobre la Iglesia que celebra la Eucaristía, tanto en el tiempo del evangelista como en todos los tiempos: con la traición de Judas, el sufrimiento por la deslealtad no se ha terminado. «Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba, el que compartía mi pan, me ha traicionado» (Sal 41,10). La ruptura de la amistad llega hasta la fraternidad de comu­nión de la Iglesia, donde una y otra vez se encuentran per­sonas que toman «su pan» y lo traicionan.

Lo que sucedió con Judas, para Juan, ya no es explicable psicológicamente. Ha caído bajo el dominio de otro: quien rompe la amistad con Jesús, quien se sacude de encima su «yugo ligero», no alcanza la libertad, no se hace libre, sino que, por el contrario, se convierte en esclavo de otros pode­res; o más bien: el hecho de que traicione esta amistad proviene ya de la intervención de otro poder, al que ha abierto sus puertas. Y, sin embargo, la luz que se ha­bía proyectado desde Jesús en el alma de Judas no se oscureció completamente. Hay un primer paso hacia la conversión: «He peca­do», dice a sus mandantes. Trata de salvar a Jesús y de­vuelve el dinero (cf. Mt 27,3ss). Todo lo puro y grande que había recibido de Jesús seguía grabado en su alma, no podía olvidarlo. Su segunda tragedia, des­pués de la traición, es que ya no logra creer en el per­dón. Su arrepentimiento se convierte en desesperación. Ya no ve más que a sí mis­mo y sus tinieblas, ya no ve la luz de Jesús, esa luz quepuede iluminar y superar incluso las tinieblas. De este mo­do, nos hace ver el modo equivocado del arrepentimiento:un arrepentimiento que ya no es capaz de esperar, sino queve únicamente la propia oscuridad, es destructivo y no esun verdadero arrepentimiento. La certeza de la esperanzaforma parte del verdadero arrepentimiento, una certeza quenace de la fe en que la Luz tiene mayor poder y se ha he­cho carne en Jesús.

Juan concluye el pasaje sobre Judas de una manera dra­mática con las palabras: «En cuanto Judas tomó el bocado,salió. Era de noche» (13,30). Judas sale fuera, y en un sen­tido más profundo: sale para entrar en la noche, se marchade la luz hacia la oscuridad; el «poder de las tinieblas» seha apoderado de él (cf. Jn 3,19; Lc 22,53).

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